Ser o no ser del Tribunal Constitucional (II)

La idea de un tribunal constitucional se le ocurrió a Sieyès, y Napoleón la hizo suya. Si la constitucionalidad de las leyes no la controlan los jueces desde la primera instancia, como ocurre en EEUU, no hay garantia en la aplicación del derecho. Como es lógico, la decisión de un juez que no aplica una ley por consiederarla inconstitucional, puede ser recurrida en segunda instancia y ante una Sala especial del Tribunal Supremo. Todos estamos viendo la infantil batalla entre los dos altos tribunales. Ninguno de ellos puede resultar vencedor, porque en esa batalla solo hay un perdedor: la objetividad del derecho.

En la República Constitucional no es concebible un Tribunal Constitucional. [AGT]