Academia de la lengua española

Para don Martín-Miguel Rubio Esteban.

Respetado señor: casi acabo de publicar dos libros -”La Gran Estafa: Alfaguara, Planeta y la novela basura” (Ed. Vosa, Madrid) y “El País, la cultura como negocio” (Ed. Txalaparta, Tafalla) en los que he tenido que rozar más de una vez el tema de la Academia. Ignoro cuánto tiempo ha estado usted fuera de España, pero yo, que, durante los últimos diez años, he seguido muy atentamente la vida cultural de este país, puedo decirle que sí, que, en teoría, el sistema de cooptación es el idóneo para un Institución como la RAE, pero que en la práctica de la Academia dirigida por el señor don Víctor García de la Concha, corrupta hasta los cimientos, sólo sirve como vehículo de los más infames pucherazos. Pucherazos que, sin excepción, se producen en beneficio de las empresas del grupo Prisa, sobre todo el diario “El País” y la Editorial Alfaguara.

Ya fue infamia que ingresara en la Academia Juan Luis Cebrián, periodista mediocre y novelista ridículo, para colmo, “venciendo” en la votación al inmenso sabio fonólogo Antonio Quilis, la persona que más sabía en ese momento de la lengua española. O Arturo Pérez Reverte, que, con una prosa descuidada ha querido resucitar la novela decimonónica de capa y espada. Pero que entre ahora en ella un ser absolutamente negado para la escritura y la fabulación como Javier Marías, clama a los siete cielos. Porque Marías no es el menos malo de los malísimos, como usted dice, sino, como yo he desmostrado, el peor de todos los tiempos y lugares: un disléxico redaccional, un Forrest Gump de la literatura, un verdadero horror. La Academia que lo va a recibir no es una institución respetable, don Martín, es una institución vendida, por voluntad de unos y abstención de otros, un garito. Aparte de ser un club social y una editorial que gana muchísimo dinero con sus publicaciones, cuando no las cede al Gran Padrino.

Atentamente.
M. García Viñó