Una vez que desaparezca su situación estatal, el gobierno no tiene por qué entrar para nada en la naturaleza organizativa de los partidos políticos, como de cualquier otra asociación civil. La naturaleza de los partidos deberá responder sólo a la naturaleza de sus afiliados. La libertad de ser de cada ciudadano deberá ser ontológicamente la misma en cualquier otra asociación. Más aún, cuando los partidos, como ahora, son piezas del Estado se convierten todos en uno solo, con un solo ideario. Por ello, al sacarlos fuera del Estado se les confiere una libertad de ser que antes no tenían. La misma que tenemos todos y cada uno de los ciudadanos. [Comentario original]
Tu criterio es ajustadísimo no solo a la idea de Michels sino incluso a sus propias palabras: los partidos no organizan un deber ser, sino el ser de su propia existencia. [AGT]